Capítulo 1.
EL DESPERTAR
El dolor de cabeza era tan fuerte que la vista se nublaba al ritmo del palpitar de su propio corazón. Sostuvo una mano al frente de su cara tratando de aguantar el impulso de golpearse contra el suelo, creyendo que de esa forma mitigaría un poco el dolor. Uno de sus colmillos estaba muy sensible debido a la posición en la que había permanecido mientras estaba inconsciente. Al parecer ya tenía mucho tiempo de estar boca abajo, con la cara ladeada y el cuerpo apoyado sobre su brazo derecho.
- Quien me golpeó ?. Contra que me he estrellado ?. Cuanto tiempo he estado aquí ?. - Las preguntas giraron en su cabeza como un torbellino de incógnitas.
No hubo respuestas, ni voces en la mente que trataran de responder, simplemente silencio.
Giró para liberar el brazo del peso muerto del cuerpo, abrió los ojos y la oscuridad de la cueva le ayudó un poco, lo suficiente para que pudiera levantarse sin incrementar su fastidio.
Los sueños que había tenido mientras yacía en ese lugar lo mortificaban, eran casi imposibles de entender, y el recordarlos solo lo llenó de rabia, al pensar que él pudiera encarnar en un humano, sintió su odio por los piel pálida, su rencor a la tecnología y magia imposible. Aunque en alguna parte de su mente tenía la sensación de que no siempre había sido un piel verde. Pero como era eso posible ?. Una duda creció en su interior.
Su dolor se redujo lo suficiente como para permitirle que se levantara y caminara, aunque la cueva era desconocida por completo, tenía las típicas marcas de manos orcas, y los retazos de tela y trozos de madera que se alcanzaban a ver en el piso le indicaron que esta parte de la cueva era usada como refugio para dormir, El dolor se redujo poco a poco, empezaba a tomar conciencia de sus fortalezas, sus músculos reaccionaron bastante bien y su mano derecha había comenzado a responder.
No muy lejos veía una luz de una antorcha que quedaba oculta tras el recodo de la cueva, se levanté despacio para no alertar a quienes ocupaban la cueva, se encaminó a la luz parpadeante y cálida, miró con cuidado tras el giro de la roca y vio a un orco corpulento recostado en un rincón poco iluminado tratando de dormir, tenía un hacha herrumbrosa apoyada en la pierna, el guardia sintió los pasos y se levantó rápidamente tomando el hacha con una agilidad que sólo los años pueden enseñar y buscando el origen de las pisadas encontró a su invitado apoyado torpemente en la pared de roca, puso cara de disgusto y caminó en su dirección al tiempo que murmuraba maldiciones.
- Levántate holgazán, ya era hora de que despertaras, bueno para nada, ve a trabajar y ocúpate de tus cosas en otro lugar.- el guardia lo examinaba a GulDuar tratando de adivinar sus intenciones. - Bastante tengo con estos desgraciados que están en las jaulas y sus quejidos, como para tener que estar pendiente de cuando te dignaras despertar. No me pagaron tanto como para tenerte otro día más como si esto fuera un hospedaje. Vaya borrachera la que te pegaste para acabar así.
- Ahh, espera, - el grito del corpulento orco al ver al despistado huésped - toma esa vieja lanza, pero no olvides devolverla luego, que es con la que muevo los tizones del fuego. Y dile a ese “bueno para nada” de tu amigo, el que te trajo, que me debe 5 monedas de cobre porque dormiste más de lo que habíamos acordado. Y llévate esa mugrienta bolsa de basura que usas de morral.
El guardia hizo un ademán de fastidio y señaló un mástil de madera rematado en una amellada punta de metal había al lado de la batea con fuego para luego señalar por dónde debía ir y se giró para continuar con su intento de tomar una siesta.
El desconcertado orco tomó la bolsa de cuero vieja y casi transparente, se la colocó en la espalda y amarro como pudo el arma, ya tendría tiempo de mirar que contenía. El comentario del guardia sobre un amigo, de alguien que lo trajo no le ayudaba a evocar lo que había sucedido para terminar en ese lugar. ¿ Quién podría haber sido ?. Una inquietud más que sembraba en su interior.
La luz que había visto no provenía de una antorcha, sino de una batea de hierro apoyada en el piso que contenía trozos de madera encendidos utilizada como lámpara rudimentaria, más adelante se adivinaban otras luces que permitìan orientarse dentro de la cueva.
No se hizo repetir la orden, salió tan rápido como sus incoherentes pasos se lo permitieron. Tuvo suerte de no estar en una de las jaulas de madera de las tantas que había en la caverna, al parecer no me consideraban un peligro, pero eso podía cambiar según el estado de ánimo del guarda, no quiso tentar la suerte y con un tosco ademán me encaminó a la salida. Su cuerpo comenzó a quejarse con cada paso que daba, en ocasiones tuvo que recostarse en las paredes de roca para no caer, sus músculos rechazaban cada orden, su estómago rugía para recordarme que estaba vacío y que necesitaba comer algo, un sudor frío le recorría la piel. Si no fuera porque unos vagos recuerdos que le decían lo contrario, hubiera asegurado que nunca había utilizado sus piernas para caminar, era como si no supiera ordenarles que fuesen donde él quería.
Al cabo de lo que parecía una eternidad los giros de la cueva se hacían menos bruscos, los pasos aunque aún eran torpes, cada vez se hacían más seguros y firmes, el corazón ya latía con normalidad, su cabeza ya no dolía y su visión completamente recuperada recorría las fisuras de la roca. Los cuerpos encerrados en las jaulas no se movían, aunque de vez en cuando se escuchaba un quejido o un lamento. Cada tramo largo de la cueva encontraba un guardia, que lo miraban con desconfianza, pero sin decir nada permitían que pasara. La cueva no era recta, daba muchos giros y revueltas, tenía muchas jaulas en su gran parte desocupadas, pero todo el trayecto estaba debidamente iluminado por el mismo sistema de bateas con leña encendida.
Al llegar a la salida, sus ojos reaccionaron con una pulsación de dolor intenso al recibir la luz del día, aunque luego se daría cuenta que la tarde moría y solo quedaban unas pocas luces del día. La salida de la caverna daba a una explanada encerrada por bajos pero escarpados cerros que daban la apariencia de un fuerte amurallado de forma natural. Un guardia estaba justo a la entrada de la cueva, armado con una hacha pulida, y con una armadura simple pero bien cuidada, sobre todo sus hombreras demostraban que se preocupaba bastante por su aspecto o que tenía mucho tiempo para dedicarle. Al verlo puso cara de disgusto y le hizo señas para que se acercara.
- Kaltunk quiere verte, ya ha preguntado bastantes veces por ti, y empieza a impacientarse, así que si sabes lo que es bueno, ve a verlo de una vez por todas.- decía el guardia al tiempo que señalaba a otro orco que se encontraba cerca de la hoguera central del campamento.
El guardia le da un empujón en la dirección que debe ir y en su cara se dibuja una risa burlona al ver su expresión de desconcierto. No vé más remedio que hacer lo que le dicen tratando de evitar que hagan preguntas que tal vez no pueda contestar. Emprendió un trote torpe hasta llegar frente al orco que le señalaron, al lado de una hoguera grande y bien encendida en el centro de la árida explanada, tomando una posición decidida pero obediente que no le hiciera parecer una amenaza.
Las facciones bruscas de Kaltunk le daban un aire de autoridad sorprendente, su colmillo derecho fracturado resaltaba sus gestos feroces, y una cicatriz le surcaba la cara desde el pómulo derecho hasta la barbilla, indudablemente por una herida en batalla, que ahora lucía como un trofeo de sus incontables combates. Era un sujeto de talla media, no muy alto, pero su imponente físico y su abundante armadura, mostraban una historia de lucha que no era necesario contar. Estaba sentado en un tronco, que por su apariencia y su corte disparejo, había sido arrancado recientemente en un entrenamiento, posiblemente usando una técnica con cuchillos por lo se podía observar a simple vista.
- Has despertado, muchacho, mi nombre es Kaltunk, cómo te llamas ? - La pregunta lo tomó por sorpresa, ya que realmente no estaba seguro de su propio nombre.
- Gul’Duar - Alcanzó a contestar débilmente, siendo el único nombre que pasó por su mente en ese instante. Su voz sonó extraña inclusive para él.
- Por fin ha llegado el momento, GulDuar... - le puso una mano en el hombro y dijo en voz más alta de la necesaria, con la finalidad de ser escuchado por todo aquel que estuviese lo suficientemente cerca. - el momento de que combatas en nombre de la Horda. Conquistarás por la gloria de nuestro jefe de guerra.
- Si …- dice Kaltunk pero se interrumpió por un momento mientras lo examinaba con más detenimiento y al parecer no muy convencido de sus capacidades - Lo harás bien
Su expresión se endureció y su rostro dejó ver que no era lo que él esperaba después de una evaluación de la condición del lamentable roco que habían dejado la noche anterior. Hasta ese momento GulDuar no se había percatado de su apariencia desaliñada, inclusive para un piel verde. Unas botas de cuero de jabalí rotas por varias partes, unos pantalones cortos de tela muy remendados, y un jubón que a duras penas se mantiene sobre el pecho y espalda, el cabello medio suelto y largo, con dos trenzas a medio desamarrar, y mi cara con barba de más de ocho días.
- Supongo que estarás deseando encontrar un dragón o un demonio enorme para estrangularlo con las manos,- las palabras de Kaltunk sonaron exageradas para la forma en que lo miró - pero quizás sería más inteligente empezar por algo menos… - respiró profundo mientras trataba de encontrar como acabar la frase sin que fuera un insulto - …peligroso.
Kaltunk se rió fuerte y de forma bastante burlesca dejando lo poco de dignidad que le quedaba por el piso. Después de un momento largo en el que duró riendo, volvió a darme una mirada evaluadora, a sabiendas que se necesitaban brazos capaces de sostener un arma y enfrentar a la Alianza
- Busca a Gornek - dijo señalando hacia atrás - Él podrá asignarte una tarea adecuada para ti, joven guerrero.- suponiendo que sería un guerrero solo porque no lo parecía - Lo encontrarás sentado junto al fuego que hay detrás de mí.
El nuevo guerrero de la Horda recordó que los orcos detestan tener que decir dos veces las cosas, inclinó la cabeza para darle a entender que había comprendido las instrucciones, aunque la verdad es que no sabía qué hacía allí, y menos aún con la idea de combatir, ni de encontrarse con dragones, demonios y cosas por el estilo. Como orco no rehuye de las peleas, pero tampoco se afanaba para ir a buscarlas. No sabía combatir, no sabía cómo empuñar un arma cuando su vida estaba en peligro, y ahora lo haría por la Horda. Sus pensamientos cayeron en una vorágine de temores mientras imaginaba lo que podía sucederme si seguía en ese rumbo, temores que más tarde comprobaría que eran ciertos, más tarde desearía no haber continuado por ese rumbo.
Muy apesadumbrado, bajo la mirada de reojo de Kaltunk y de algunos guardias que estaban cerca sin perder palabra de su jefe, impulsado más por el miedo innato a desobedecer una orden de un superior, se dirigió hacia el orco sentado al lado del fuego que le indicaron.
Gornek era un orco joven y enérgico, con una musculatura bien desarrollada, por su mirada podía adivinar que era un guerrero bien curtido en las artes de la batalla. Su armadura era nueva y estaba llena de unos ornamentos, que luego descubrí lo que eran, Trofeos de batallas en las que había participado.
Varios jóvenes animados pasaban constantemente para preguntarle cosas e informarle de algún asunto, así que tuvo tiempo para tomar coraje y enfrentar su destino, y al ver a orcos más jóvenes que él haciendo los mandados que les indican, sintió indignación por sus miedos. Si hay algo que los orcos tenía en claro, era que no son menos que otros, así pues, enfrentó el momento.
- Gornek ?. - preguntó aunque ya sabía que era él.
- Que quieres ?. - respondió con desconfianza al mirarlo
- Me envió Kaltunk para que me asignes una tarea como guerrero. - dijo sin poder explicar mejor el hecho que no sabía el porqué estaba allí. - Me llamo Gulduar.
- Pues sí que están mal las cosas, si esto es lo mejor que la Horda puede producir. - dijo Gornek y pasando una mirada completa a GulDuar.- No importa. - un movimiento de hombros expresaba su resignación - Para cuando te llegue el momento de salir del Valle, serás un orgulloso guerrero de la Horda.
- El Valle de los Retos curte hasta a los más débiles y los convierte en guerreros dignos de unirse a la Horda. - continuó diciendo como recitando un discurso largamente repetido- Aquellos que no estén a la altura de sus pruebas perecerán abandonados bajo el ardiente sol del desierto.
Luego interrumpió su retahíla y terminó con una amenaza velada más real.
- Los que fallan generalmente mueren, pocos han sido lo que he tenido que poner a tostar. - decía Gornek mientras esbozaba una sonrisa desganada.
Se quedó pensativo un momento y sonreía imaginando alguna forma de deshacerse del nuevo recluta.
- El primer punto del día será fortalecer un poco tu espada. Te podría enviar a los Baldíos,a cazar kodos, pero sinceramente, nos eres más útil vivo que muerto. - dijo el entrenador mientras daba un mirada sobre su hombro - Creo que nos serás más de utilidad matando a los jabalíes que hay en las granjas del norte y el noreste.
-Mata 6 Jabalíes y trae sus cuerpo, de seguro Zlagk estará dispuesto a recibirlos . - los dedos de Gornek se agitaron como tratando de tomar algo sin ensuciarse, al tiempo que pasaba su lengua por la punta de sus cortos colmillos. - Ya va siendo la hora de la comida, y buena falta que te hace, asi que ve donde “OTRO QUEST” que creo que necesita que le ayuden, te dará algo de mascar mientras tanto.
La granja de cerdos estaba a unos 200 metros al norte, una edificación sencilla pero bien mantenida era usada como vivienda del granjero, que en ese momento se encontraba en la puerta hablando con una mujer orco quien debía ser la compañera y por la forma en que le hablada, quedaba claro que era ella quien tenía el control del lugar.
Se acercó al granjero para preguntarle qué debía hacer para cumplir con las ordenes que tenía.
- Buenos vientos en Durotar - acertó a decir en forma de saludo, y cayó en cuenta que sabía el nombre de la zona en la que se encontraba, aunque no recordaba de donde lo había escuchado - Me ha enviado Gornek para recoger unos jabalíes.
- Ya era hora, pensé que no comerían carne hoy - la respuesta enfada de Lok´lub no sorprendió a Gulduar, ya que era normal los tratos bruscos entre los de su propia raza - pero no los he capturado aun y ya estoy muy cansado para hacerlo, asi que ve tu mismo y toma a 2 de cada corral, pero fijate que sean de los grandes, podrás sacrificarlos en la parte de atrás de la casa, yo te indicaré como hacerlo.
- Lo haré - contestó Gulduar y luego tomó rumbo a los corrales.
Las porquerizas eran simples barradosales encerrados por una cerca hecha de colmillos de mamut y tablas de madera. Un mozo atareado con pellejos servía el alimento a los Jabalíes mientras ellos se peleaban alrededor tratando de llevarse la mejor porción, sin prestar atención a dos feroces jaspeados que trataban de morder a un pequeño jabalí negro, solo hizo una señal al orco de la lanza señalando la puerta del corral para que siguiera, adivinando el motivo de que estuviera ahí. Gulduar tomó una cuerda que colgaba al lado de la puerta del corral y luego de un rato observando decidió sacrificar a esos dos ejemplares que estaban ocupados atormentando a la pequeña cría. Tomo al primero por la crin con una mano y con la otra por sus patas traseras derribandolo con facilidad, le amarró las patas y lo luego lo llevó a la parte trasera de la casa del granjero, no sin antes ganarse unos cuantos mordiscos en los brazos. Después de sacrificarlo siguiendo las indicaciones de Lok´lub fue a buscar el segundo animal, que aún se encontraba persiguiendo al pequeño jabalí negro. Esta vez le tocó corretear por un buen rato la empecinada bestia, y no fue tan fácil como el primero, pues tal vez presintiendo su destino el animal atacó y se enfrentó al orco con ferocidad. Luego de unos cuantos mordiscos de gravedad logró dominar al jabalí amarrando su hocico primero para evitar que lo siguiera lastimando. El pequeño jabalí negro observaba con temor lo que sucedía y como ese orco lo había defendido de sus atacantes, lentamente se acercó a GulDuar por la espalda mientras se encontraba agachado amarrando a su víctima y se agazapo y froto en la bota derecha en forma de agradecimiento. Gulduar se fijó en lo que hacia la cría pero no le presto mucha atención pues el pequeño tamaño lo sacaba de la lista de sacrificables, por ahora, ademas que le faltaba engordar un poco mas como para ser un buen lecho. El agradecido animal al ver que no lo rechazaban decidió seguir al orco mientras llevaba su presa a la casa, pasando por una abertura en el corral, se ocultó para ver como lo sacrificaron y gruñía de contento al ver el fin que tuvo su acosador.
La compañera del granjero les había asado un trozo de carne y se los había ofrecido con agua y un poco de pan. GulDuar no sabía hacía cuánto no probaba bocado, y hasta llegó a pensar que nunca antes había comido, el manjar que representaba para él esa pequeña comida era un lujo que extrañaría en muchas ocasiones.
Ya el día había muerto pero la luna creciente se encargaba de dar buena iluminación para seguir con la labor encomendada. Gulduar se fijó que el pequeño jabalí lo seguía y movía su cola cada vez que lo miraba, trataba de frotarse en su bota y gruñía amenazante a los jabalíes que él trataba de capturar, por momentos le fue de gran ayuda al entretener a su siguiente presa. Los últimos dos fueron excepcionalmente agresivos y dieron una buena pelea antes de dejarse atrapar, dejando varios cortes en sus brazos que requerían puntos. Después de haber capturado y sacrificado a los seis jabalíes solicitados el pequeño animal aun lo seguía para todos lados como si fuera un perro faldero. El granjero se percató de la nueva compañía del orco y a manera de broma decidió encartarlo con su nueva mascota.
- Veo que tienes un admirador - dijo Lok´lub mientras reía a carcajadas - Puedes quedarte con él para que hagas tu cena de mañana.
- Está muy pequeño y a duras penas calmaría mi hambre esta noche - dijo el guerrero de la Horda mientras miraba con compasión la cría que lo seguía como si fuera su mascota.
- Si no lo quieres en trozos, déjalo completo y entrénalo, para que te sirva de vigilante mientras duermes, solo que deberás darle un buen baño, porque debe oler bien feo. - continuó el granjero tratando de burlarse tanto como pudiera de Gulduar. - te puede servir de compañía hasta que no encuentres nada mas que comer.
- Está bien, me quedaré con él a ver si engorda un poco como para servir de cena - aceptó Gulduar solo por seguirle la broma al granjero.
Terminada la tarea de sacrificar los cerdos salvajes, GulDuar se dispuso a llevar las piezas al carnicero y dejó las pieles y la cabeza al granjero, quien agradeció la ayuda entusiasta que recibió, a diferencia de la mayoría de enviados de Gornek que solamente se limitaban a mirar mientras él hacía todo el trabajo. Ya había pasado una hora desde que comenzó su encargo.
- Usa esa vieja carreta y déjala donde Lok’lub el carnicero, que yo la recogeré mañana - le indicó el granjero al tiempo que se disponía a entrar en su casa. - y no olvides avisarle a Gornek que cumpliste tu cometido, lo encontrarás en la hoguera principal del valle de los retos. Te deseo suerte. Ahh, y puedes tomar ese arco y unas diez flechas para que lo uses y no tengas que enfrentarte cuerpo a cuerpo todo el tiempo, como que no se te da eso de luchas a mano limpia.
- Me servira mucho - dijo distraídamente al recoger el arco y recordar los fuertes mordiscos que se había ganado de los jabalíes que atrapó. - La verdad es que preferiría aprender a usar bien un arco antes que una espada.
- Eso tiene remedio - se decía el granjero mientras entraba en la casa, aunque sus palabras no fueron escuchadas por el novato guerrero.
- Buen viento - fue la expresión que usó GulDuar para tratar retirarse, y que empezaba a servirle tanto de saludo como de despedida.
Tomó el arco y lo colgó en su mochila y las flechas las dispuso de manera que pudiera cogerlas con facilidad.
Entregó la carga al carnicero, quien solo respondió con gruñidos de aprobación pero que no se dignó siquiera saludarlo. Solo unas miradas recelosas que dirigió al pequeño jabalí que acompañaba a GulDuar, y rápidas amenazas con la mano y el cuchillo para dar a entender que faltaba ese cerdo por sacrificar.
- Me quedaré con él, me lo ha regalado el granjero - dijo el nuevo dueño que ya empezaba a apreciar al pequeño cerdo salvaje.
Zlagk saco 4 monedas de cobre y se se acercó al guerrero para entregarlas, tal vez como paga por la encomienda realizada. Luego hizo un ademán que sirvió de indicación para que GulDuar se retirará a dar por concluido su encargo y se presentara ante Gornek.
Más animado por sus logros, con el estómago lleno y con unas monedas en el bolsillo, buscó al entrenador, y lo encontró sentado meditando ante la hoguera.
- He cumplido. - dijo GulDuar temeroso de incomodar al corpulento orco.
- Ummm… no está mal, Gulduar. Pero que no se te suba a la cabeza… - fue la respuesta malhumorada que recibió del entrenador el ver los cortes en sus brazos - tendrás que luchar con cosas mucho más duras que un jabalí en tu carrera.
El entrenador volvió a su posición de meditación y estuvo un breve momento en silencio mientras el lastimado guerrero permanecía de pie inmutable y tratando de aparentar que sus heridas no valían la pena.
- Sin embargo, has mostrado tu valía - continuó diciendo el corpulento orco - y tu siguiente prueba será contra un adversario mucho más peligroso, necesitaras algo más de protección.
Gornek tomo unos brazaletes de piel de jabalí jaspeado y se los entregó a GulDuar.
- Ve donde Shikrik a que te cure esos cortes - dijo el entrenador y advirtió la duda que se dibujó en la cara de su pupilo. - es la chamán que esta al lado de la entrada del cubil, cuando estés curado regresa.
No se atrevía a contradecir al entrenador tanto por respeto como por no mostrar debilidad o cobardía, pero el temor que tenía por todo lo mágico le hizo recorrer un escalofrío por la columna cuando mencionó al chamán. Durante todo ese tiempo el jabalí negro quieto al lado de su pie izquierdo jugando con un escarabajo al que pateaba sin lastimarlo. Nada dijo Gornek del jabalí y dio la impresión de no darse cuenta que lo acompañaba, aunque sería muy poco probable que realmente escapara de su atención. Se giró y emprendió camino a la entrada de la cueva a buscar a la curadora. A un lado de la entrada del cubil se encontraban tres orcos y un troll, uno de ellos era una hembra joven de orejas puntiagudas y con dos mechones de cabello sujetos por vendajes. No fue difícil identificarla como la chamán que le habían indicado visitar. Se acercó muy despacio y con la mirada en el piso sin saber bien qué esperar ni que hacer.
- Que los espíritus estén contigo. - dijo Shikrik al ver acercarse al orco y notar sus heridas que aún sangraban.
- Gornek me ha enviado. - dijo tímidamente GulDuar al percatarse que el saludo estaba dirigido a él. - es que he sufrido unos rasguños…
- Sigue y siéntate en este cojín - lo interrumpió mientras le señalaba un almohadón de cuero usado como silla o camilla. - no hace falta que te expliques. Déjate examinar.
GulDuar obedeció pero no se atrevía a mirar a los ojos a la joven que lo atendía con delicadeza. Y fue más porque se sentía apabullado por la atención que le profesaban que por el temor a una magia desconocida. Shikrik untó un ungüento y lo vendo con hojas de alguna planta medicinal, y la mejoría fue instantánea, el sangrado se detuvo al momento y el dolor desapareció. No se dió cuenta cuando se durmió, ni cuanto tiempo pasó allí acostado bajo los cuidados delicados de la joven orco. Al despertar le retiraron los vendajes, en la piel sólo se podían ver unas tenues cicatrices donde antes estaban las heridas abiertas. Sorprendido el orco trato de agradecer, pero las palabras no lograban salir de su boca, que ahora sentía reseca y pasmosa
- Como se llama tu mascota ? - preguntaba divertida la chamán mientras pasaba una mano sobre el lomo del jabalí salvaje y el animal se dejó acariciar. - Hace cuanto lo tienes ?
- No.. no le.. - las palabras se le atascaban en la garganta y no conseguía explicar que aun no le había puesto nombre
-Nonole es un nombre extraño, pero he escuchado peores - dijo la joven mientras reía al ver la confusión del nuevo guerrero. - ya puedes marcharte.
Gulduar se retiró sin poder siquiera modular para dar unas gracias decentes, solo atinó a inclinar la cabeza antes de marcharse a buscar a Gornek. Cuando lo encontró este ya lo esperaba impaciente.
- Ah, mientras estabas fuera llegó un papiro para tí, Gulduar - le dijo Gornek sin siquiera dejarlo saludar - leelo cuando tengas tiempo, si no me equivoco viene de parte del instructor de cazadores, Karranisha. Quiere tener unas palabras contigo cuando estés listo.
Recibió el papiro que aún estaba atado con un cordel, lo guardo bajo su brazo y luego se apartó, buscando un lugar cómodo para leerlo. Sus pasos lo llevaron cerca de la entrada del cubil, demasiado cerca de la joven que le había atendido las heridas. Se sentó en el piso, al lado de un carruaje de carga que aún tenía empacadas y amarradas unas cajas y barriles. El jabalí se buscó un sitio al lado de su nuevo amo. Desde ese punto podía ver a la chamán que lo inquietaba, y al tiempo ver la explanada del valle de los retos. Tomo con calma el papiro esperando que tuviera alguna respuesta a las dudas que rondaban su mente.
Joven, te he visto rondando por el valle con tu endeble arco y con tu desgastada armadura. Me recuerdas a un joven cazador que conocí hace tiempo…
Si estás interesado en aprender un poco más sobre el oficio, ven a visitarme. La senda del cazador puede ser solitaria, así que es muy recomendable hacer aliados por el camino.
- Karrinusha, instructor de cazadores.
Extrañado del contenido de la carta, y seguro de que su apariencia no daba una buena impresión, se sumergió en cavilaciones tratando de decidir que sería mejor para él, si usar las espadas y convertirse en un guerrero respetado por sus proezas o conseguir manejar el arco y armas de fuego combinado con el control de bestias, que igualmente le podrían dar un nombre que se contará en las historias de las tabernas.
Se acurrucó un poco más bajo el carruaje y trato de descansar un poco , había sido un largo y extraño día. Faltaban unas pocas horas antes del amanecer, y debía dormir mientras fuera de noche, porque el sol del desierto no lo dejaría luego. Se sentía seguro, tanto por encontrarse en este fuerte custodiado por soldados todo el tiempo, y además por tener una mascota que le alertará si alguien se acercara demasiado a él. Cuando ya estaba al borde del sueño, recordó que no había alimentado al jabalí y que probablemente tendría hambre, pero ya era demasiado tarde para reaccionar y no pudo despertarse, se sumergió en un profundo y aterrador sueño.